lunes, 22 de marzo de 2021
VIEJOS LIBROS, NUEVA IMPRESIÓN
miércoles, 3 de marzo de 2021
DE CUANDO LA LLUVIA LIMPIABA MI ALMA
Parece mentira,
no lo pensé hasta que no lo necesité. Hace ya más años de lo que me gusta
aceptar yo tenía casa propia, dentro de la cual me sentía un rey. Era mía y eso
me tranquilizaba el alma, de cierta manera, pero lo que más tranquilidad
espiritual me daba era ver la lluvia caer en el patio, mientras yo me
acurrucaba en la puerta trasera. Era mi momento zen, mi momento de espiritualidad.
Ver la naturaleza
en acción, la acción de las leyes de la física expresándose sin más era catártico.
Esa plenitud que no conseguía de otra forma tenía lugar gracias a algo tan
simple como observar la lluvia en soledad, tal vez tomando algo, tal vez un
tanto abrigado. Pero todas y cada una de las veces era un momento mágico, igual
de intensas, igual de tranquilizadoras. Y de eso se alimentaba mi espíritu, sin
yo estar consciente.
Naturalmente que
como inmigrante ya no es posible, no sólo por la no tranquilidad de no tener
techo propio sino por vivir ahora en un lugar donde rara vez llueve y, cuando
lo hace, se manifiesta como una fina lluvia que no alcanza siquiera para mojar
la tierra. También pienso que es sumamente extraño y extremo, pero es así.
Ya no puedo ver la
lluvia caer a borbotones, ni siquiera veo la lluvia caer pues donde vivo ahora
no es más que una extraña “humedad gruesa”, según mi definición. Por ende, ya
no consigo mi momento zen y creo, estoy casi seguro, que eso me carcome de
forma inconsciente. ¿He buscado otras opciones? Obviamente lo he hecho, pero
nada como esa sensación de ser parte incondicional del ritmo de la naturaleza.
Me abro al mundo,
a los nuevos tiempos y pido por un poco de iluminación, por lograr un poco de
entendimiento, pero no es fácil, la rutina del día a día muchas veces lo
impide, evita mirar más allá de lo presente y de lo existente. En fin, añoro mi
momento zen y espero pronto encontrar su sustituto, antes de que termine de deshacerme.