De la misma forma en que las impresoras de chorro de tinta eran imposibles de adquirir para el público en sus comienzos, las impresoras 3D más avanzadas siguen estando bajo el dominio de empresas y laboratorios. Aún así, la tecnología es caprichosa, y el bajo costo se convierte en una meta que con el tiempo suficiente, casi todos los dispositivos logran alcanzar. Un ejemplo de ello es la Peachy Printer, una impresora fotolitográfica que promete un costo inicial de apenas cien dólares.
Peachy Printer utiliza un láser para endurecer una resina sensible a la luz. El “patrón” del objeto que se desea imprimir (previamente digitalizado en Blender) es alimentado a la impresora como una señal de audio (convertida con un addon), controlando así los espejos que modifican la posición del láser. El “eje Z” de la impresión es regulado por un sistema de goteo. Cada una de las gotas crea una conexión eléctrica al pasar por dos contactos, detectada por la entrada del micrófono en el ordenador. Las gotas elevan el nivel del agua en la parte inferior, que posee a la resina flotando sobre su superficie.